Agricultura en Las Torres

Del cultivo del plátano al del pepino. Introducción de los primeros invernaderos y de una innovación muy importante: el riego por goteo. Mano de obra femenina.

Como antesala a todo el proceso transformador desde el punto de vista agrícola en todos aquellos terrenos más próximos al Puerto de La Luz, tienen su origen a finales del siglo XIX, momento en el cual se producirá un acelerado proceso de cambio económico. 

Este proceso histórico, ha sido considerado por numerosos historiadores como el primer desarrollo económico moderno en Canarias, ya que el archipiélago, a partir de estos momentos, entrará en la órbita capitalista gracias, entre otras cosas, al auge del comercio marítimo y que colocará al archipiélago en una situación privilegiada como puerto de escala. 

Sin duda alguna, el elemento clave para este desarrollo fue el modelo puertofranquista, el cual se había gestado en 1852, año en el que Juan Bravo Murillo decretaría franquicias sobre todos los puertos canarios ante las presiones de una burguesía agro-comercial insular, que venía observando como su poder económico se encontraba en continuo deterioro como consecuencia de la política proteccionista impuesta desde la Península.

Este nuevo modelo, dejará para el archipiélago y para Gran Canaria una serie de consecuencias negativas, entre las que podríamos destacar el deterioro del mercado de autoconsumo y subsistencia, fuertemente arraigado a la producción de papas y millo. Dejando estas ya exiguas y famélicas economías familiares, bajo el yugo de un modelo económico vulnerable y frágil, debido en gran medida a su fuerte dependencia con los mercados internacionales. 

Gracias a la figura de Fernando León y Castillo, se inicia el 1883 la construcción del Puerto de La Luz, en la bahía de La Isleta, hecho que ocasionará no solo el despertar económico, sino el despegue urbano de la zona, convirtiéndose en el nuevo eje neurálgico del archipiélago. 

La instauración del puerto, también traerá consigo un crecimiento poblacional considerable, motivado en gran medida por el trasvase de población que genera el recinto portuario, en el cual no solo se intensificará la emigración de interior, sino también a que en las inmediaciones se instalaran numerosos pobladores oriundos de las islas de Lanzarote y Fuerteventura, iniciándose con ello, una nueva etapa económica y social para la ciudad y sus alrededores.

Esta economía de exportación se encuentra fuertemente supeditada a las propias vicisitudes del área de influencia inglesa, por lo que el papel del puerto y el carboneo de los buques británicos, dará lugar a una agricultura sustentada en el tomate, la papa y el plátano.

Desde el punto de vista social, comenzamos a observar una proletarización de la mano de obra en una sociedad en la que, hasta ese momento, tenía unas relaciones prácticamente feudales y caciquiles con los grandes propietarios. Esta nueva clase social comienza a adquirir una conciencia de clase y una organización nunca vista hasta la época en las islas, produciéndose una alteración en la estructura tradicional de la sociedad en las ciudades, pese al fuerte papel jerarquizador de las elites exportadoras.

Bueyes, millo y agricultor en Las Torres, Las Palmas.

A partir de estos momentos, y sobre todo en los inicios de 1930, nos encontraremos con una población muy polarizada, compuesta por un lado por un predominio vinculado a la activa agraria en las cercanías de la ciudad y del puerto; mientras que en el otro extremo nos encontramos con la oligarquía caciquil conformada por la burguesía terrateniente y comercial.

Pese a que un gran porcentaje de los terrenos que se explotaron a mediados del siglo XX, en el barrio de Las Torres, tenían unas características claramente minifundistas y que se vincularon más a un modelo de ocupación derivado del auge portuario, hay que destacar que la economía insular se basaba enormemente, como ya hemos ido adelantando en un modelo exportador, por lo que se inicia un proceso de transformación geográfica y agrícola, para poner en uso y explotación aquellas nuevas tierras que pese a no estar en condiciones de productividad, se pusieron en activo mediante el uso de técnicas como el “abancalado” de cultivos o mediante el aporte de tierras más ricas “sorribado”.

De este modo las parcelaciones y la aparición de fincas rústicas, contribuirán a una primigenia planificación de numerosas zonas de la ciudad que no se encontraban urbanizadas, observando como se duplica desde el punto de vista poblacional la ciudad entre las décadas de 1930 y 1960.

La llegada de vecinos y vecinas a las “nuevas” zonas capitalinas, se enmarca dentro de un fenómeno muy presente en la historiografía y que se vincula con la depresión económica derivada del Golpe de Estado, de la posterior guerra y del bloqueo internacional por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, dejando a Canarias en una situado de autarquía generalizada, provocando un retroceso en el curso de la modernización económica y social de los isleños. Ante esta nueva situación, se procede al abandono del campo, donde cientos de familias agrícolas empobrecidas, abandonan el ámbito rural buscando en la periferia de Las Palmas unas mínimas mejoras de sus ya precarias vidas.

Muchos de estos agricultores, llegarán a la ciudad para trabajar en el puerto o como albañiles, pues la construcción de viviendas e infraestructuras en Las Palmas de Gran Canaria, acaparará durante las décadas de 1940 y 1950 gran parte de la actividad profesional. 

El origen de estos primeros pobladores es muy diverso, proviniendo inicialmente de vecinos y vecinas oriundos del interior de la isla (Tejeda y Artenara) y del oeste (La Aldea de San Nicolás), atraídos ante la posibilidad de trabajo en estos nuevos terrenos de cultivo.

Este transvase poblacional del campo a la ciudad, no solo implicó el desplazamiento del contingente humano, sino también, los de una forma de sentir y vivir, espacio en el que también tendría lugar la movilización de una parte de la ganadería menor.

Estos animales, no solo sirvieron como aporte del subproducto a las escasas rentas familiares, sino que también permitieron la mejora genética de muchas de esas razas. Especialistas de la talla de Juan Capote, afirman que el componente «azotea» o «patio» en Las Palmas de Gran Canaria, fueron sin duda uno de los puntos claves en la transformación y mejora genética de la conocida como cabra canaria o majorera.

Estas cabras, auténticas protagonistas de nuestras azoteas, solanas o patios, eran animales mimados en grupos reducidos, siendo alimentados y seleccionados para que su rendimiento lechero, fuese cada vez mayor, siendo de las cabras con mayor producción lechera del mundo. Este proceso de selección, junto a la llegada de animales procedentes del comercio inglés al puerto de La Luz y de Las Palmas, denominadas popularmente como cabras holandesas, dieron lugar a lo que hoy conocemos como cabra majorera. 

Los pequeños ganados de cabras y ovejas, también formaron parte de la historia del poblamiento del barrio, siendo estos en numerosas ocasiones, propiedad de los dueños de los terrenos.

Ganado de ovejas de explotación familiar en Las Torres, Las Palmas de Gran Canaria.

Pese a la presencia de gallinas, palomas, conejos, junto con la ya mencionada cabaña ganadera menor, se constata la significativa presencia de una ganadería mayor, estando directamente relacionada con las actividades agrícolas, como será el uso de vacas, toros o bueyes para trabajar las tierras y como gestores básicos de los subproductos derivados de las fincas de plataneras. 

Como anécdota, algunos informantes recuerdan ver camellos, en lo que hoy sería el campo de fútbol de Las Torres.

Con el paso de los años, la incipiente mejora económica y el final del periodo autárquico, se procederá a una nueva intensificación del uso agrícola de las tierras con una clara estrategia exportadora. Entre estas mejoras, se podría citar el cultivo en invernaderos. 

En estos momentos, la intensificación agrícola fue total, llegándose a considerar el barrio de Las Torres, como un barrio eminentemente agrícola.

Era un barrio agrícola totalmente, todo estaba rodeado de plantaciones, de plataneras, tomates, pepinos en los invernaderos, luego por allí abajo, había un terreno, donde está ahora mismo, entre el Pilar y la Avenida, hubo plantaciones de papayos… pero todo esto alrededor, eran plantaciones de plataneras e invernaderos (…) mucha gente se dedicaba al tema de la agricultura. En las fincas, la mayoría de la gente eran de aquí, del barrio

D. Juan José Hernández Mendoza.

En algunas ocasiones, estos trabajadores y trabajadoras agrícolas, vivían en infraviviendas que se encontraban localizadas en el interior de las propias fincas, debido principalmente a la imposibilidad económica de hacerse con un solar y posteriormente fabricar o por tener su residencia en otro municipio, como será el caso de D. José Antonio Rodríguez Castellano, carpintero de profesión que viven en el barrio de Las Torres, en una chabola que se construyó el mismo, ya que no tenía posibilidad alguna de albergar en otras condiciones a su familia.

En otras, eran los propios dueños de los terrenos y fincas, los que aceptaban la presencia de algunas familias, para que estas se hicieran cargo de la vigilancia y de las labores agrícolas estableciéndose estos en casas construidas en el interior de las mismas fincas, como así lo recoge la prensa de la época, donde D. Luis Pulido González, “boyero en una finca de la firma Sucesores de Diego Betancor, en el barrio de Las Torres, en medio de un valle ocupado por plataneras, a pocos metros de la carretera de El Rincón y al que se entra por un camino privado o desviación que enlaza con la carretera que lleva de Guanarteme a Tamaraceite. Dentro de la finca existe una casa donde viven los padres de Luis y tres hermanos más…«.

Desde el punto de vista agrícola, dos han sido los protagonistas directos de las plantaciones exportadoras en el barrio de Las Torres, estos fueron los plátanos y los pepinos. 

El primero de ellos por extensión agrícola, fue el cultivo de plataneras, ya que el propio requerimiento de este cultivo en amplias explanadas, localizadas a menos de 400 de altura y con un puerto cercano, convertirían el espacio del barrio de Las Torres y sus proximidades en grandes candidatos para su cultivo.

Plataneras vistas desde la carretera de Chile, Las Palmas de Gran Canaria.
Vistas desde la Carretera de Chile – 1950-1960

Destacados productores en este momento histórico, serán «los Betancores”, los cuales tuvieron en Gran Canaria una mayor implementación comercial y exportadora. Sus orígenes surgen durante los primeros años del franquismo, convirtiéndose en 1972, en la segunda empresa exportadora de Canarias. La vinculación agrícola de esta familia acaudalada, se dilatará hasta finales de 1980, momento en el que la agricultura pasa a un segundo plano a favor de la industria turística, sabiendo en todo momento, reconvertirse como empresa, adaptándose como pocos a los diferentes devenires históricos. Estas fincas agrícolas y parcelas de los “Betancores”, estaban situadas sobretodo en la parte más próxima a Las Torres Altas, mientras que en la parte inferior de Las Torres Baja, nos encontramos con las tierras y fincas propiedad de D. Eufemiano Fuentes.

Vistas de plataneras desde la Carretera de Chile, en Las Palmas de Gran Canaria, años 1960-1970.
Vista de la Carretera de Chile. 1960-1970

Pese a la preponderancia de estas oligarquías agrarias en la zona, es cierto que las fincas agrícolas del barrio de Las Torres, estaban en manos de pequeños propietarios.

Quizás una de las mayores extensiones que ocupaban el cultivo de plataneras, era la Jiménez y Martinón, cuya extensión comprendería en la actualidad la zona del campo de fútbol de Las Torres, canchas de baloncesto, tanatorio y parte de la Zona Industrial de Las Torres (Lomo Blanco).

Pese a tener una menor extensión de cultivo de plataneras, en Las Torres Bajas también se localizaron algunas de estas fincas agrícolas.

La fuerza de trabajo de este cultivo exportador, vivía en las proximidades como ya hemos adelantando con anterioridad, destacando el empleo femenino, el cual históricamente ha sido silenciado por la propia historiografía. 

Empaquetadora de plátanos en finca de Las Torres

La pobreza generalizada, así como las propias estrategias familiares orientadas a lograr el sustento, obligó a numerosas mujeres y niños a tener que dedicar parte de su tiempo a los diferentes procesos agrícolas. Estas jornaleras, normalmente jóvenes y solteras, e incluso niñas, dejaban de acudir a la escuela para trabajar en unas condiciones de precariedad absoluta, llegando incluso a la propia explotación laboral. Cuando estas mujeres, ya tenían una cierta edad, seguían vinculadas a la producción agrícola, estando presentes sobre todo en el proceso de empaquetado.

Estas jornaleras realizaban las labores de desflorillado y tratamiento fitosanitario, pues estas operaciones requerían gran meticulosidad y delicadeza, consumiendo estas actividades mucho tiempo de trabajo, por lo que, al ser su salario inferior, eran más adecuadas y “rentables” en esas labores.

A parte de los procesos anteriormente nombrados, las mujeres también estaban a cargo de las diferentes tareas de limpieza de hojas secas o malas hierbas, considerado por muchos como el mejor remedio contra las plagas. Este sobrante de material vegetal, se empleaba como “cama” para el ganado vacuno, y que posteriormente retornaban a la plantación como estiércol. Esta tarea era muy exigente en mano de obra, por lo que solían hacerlo las mujeres, necesitándose 75 jornales por hectárea según Menéndez y Hernández Ramos.

La mano de obra mayoritaria, en contra de lo que se podría pensar, era mano de obra femenina, haciendo la labor de empaquetado, desflorillado, quitar las hojas secas, etc… Incluso, fue ahí donde mi madre conoció a mi padre. (…) En las fotos viejas que yo vi en su momento, había tres, cuatro varones para el trabajo duro, pero la inmensa mayoría eran mujeres con sus cajas (…) y ya te digo, que en esa época en la que no trabajan muchas mujeres… todas ellas con estudios primarios y con unas tasas de analfabetismo que te puedes imaginar. Pero sin duda fue, una gran válvula de escape, para que estas mujeres y sus familias, no tuviesen que emigrar a otros sitios.

D. Manuel Henríquez Martorell.

Con el paso de los años, la alta competitividad que había entre las diferentes empresas exportadoras de plátanos en el archipiélago y la crisis del sector tomatero, derivará en el surgimiento de un nuevo cultivo, el cual estará muy presente en el barrio de Las Torres, el pepino.

Este cultivo tendrá una implantación muy favorable en la zona, debido a la ausencia de competidores en el mercado europeo. Los nuevos productores, aprovecharan las mismas parcelas e infraestructura que tenían previo a la aparición del pepino, por lo que la inversión necesaria para ponerlo en explotación, se basaban casi exclusivamente por la instalación de los invernaderos.

Esta ocultación bajo los plásticos en las plataneras, ocasionará también una clandestinidad laboral, por lo que la explotación laboral de mujeres y hombres se verá acrecentada.

Detalle de acequia abandonada, sistema de riego «a manta», sustituido por el riego «por goteo».

Además de la instalación de una cubierta plástica, visto como una innovación tecnológica, que permitía el cultivo del pepino durante todo el año, y que lo protegía de las inclemencias meteorológicas, hay que destacar la implantación de un nuevo sistema de riego, el de goteo. 

Este nuevo sistema requería de una preparación previa de los terrenos y de la instalación de las mangueras que permitirían el riego de las plantas, sin llegar a saturar el sustrato, aportando un ahorro significativo del agua utilizada para el riego, máxime si lo comparamos con el riego a “manta”, utilizado tradicionalmente en el cultivo del plátano. 

Con respecto a la necesidad de agua para los cultivos, hay que destacar la presencia de unos bienes patrimoniales hidráulicos de primer orden. Muchos de estos elementos retenedores de agua, servirán como inicio para el proceso de urbanización del mismo, conservándose hoy en día algunos de estos elementos, que pasan desapercibidos entre el crecimiento y la especulación urbanística.

El propio devenir histórico del barrio y la transformación paisajística a la que se verá abocada con la caída de los cultivos, ocasionarán una terrible pérdida en cuanto al patrimonio tangible e intangible agrícola. Hoy las acequias, los pozos y los estanques han quedado en la memoria de los mayores, como un recuerdo de aquel barrio agrícola. Entre estos bienes patrimoniales hidráulicos, todavía permanece impasible un gigante, conocido popularmente como “El tanque de los 60”.

El tanque de los 60, 60 escalones, donde hoy está el centro comercial. Ese estanque era enorme, tú te quedabas asombrado… cuando íbamos a jugar a Las Torres Bajas, que pasábamos por la carretera de tierra, ese estanque estaba de agua hasta arriba, era enorme, eso regaba todo lo de Fuentes por ahí «pa» bajo. Y ese tanque, se hizo con una tecnología antigua, que no se ha derribado. Ese tanque, tiene hoy el centro comercial dentro, donde están los aparcamientos

D. Pedro Antonio Hernández Barrero

Referente para varias generaciones, así como elemento identificador en los planos debido a sus grandes dimensiones, quiso el cambio de usos del suelo, que este espacio que anteriormente albergaba el oro líquido, se convirtiese en un centro comercial y de ocio. 

A mediados del 2006, la prensa local recoge que las obras del centro comercial y de un edificio de oficinas en las inmediaciones van buen ritmo, cuyo nombre será el de “Centro Comercial El Estanque”. 

De aquel primer nombre, poco o nada se sabe ya, quizás hubiese sido interesante conservar el topónimo o la propia memoria histórica de aquel gigante hidráulico. Pese a la tan practicada desmemoria patrimonial, el esqueleto del coloso sigue haciendo sus funciones, ya que en la actualidad se puede apreciar sus titánicos muros abrazando la parte posterior del hoy Centro Comercial Las Ramblas.

Centro Comercial Las Rambas, sobre el Tanque de los 60, junto a antiguos campos de cultivo.

Agricultura, Las Torres, Orígenes, Plátanos

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